Durante el embarazo se producen muchos cambios en el cuerpo de la mujer. El aumento de peso en un periodo relativamente corto hace que sufra mucho la zona de carga y de contacto con el suelo, en este caso, los pies.

La embarazada tratará de buscar una postura para su estabilidad, aumentando su base de sustentación en los últimos meses y todo ello con un objetivo: evitar molestias y que sus articulaciones sufran lo menos posible (pies, rodillas, cadera, columna, etc)

Los problemas más comunes son la pronación excesiva que a veces se produce en personas con pies planos o muy laxos por el aumento de peso y (llegando incluso a provocar dolores en la zona del arco, talones, zona metatarsal (antepie)), el edema, los calambres y las varices.

A veces el pie se aplana a consecuencia del aumento de peso y los tobillos y pies pisan hacia dentro (lo que llamamos pies pronados).Esto puede desarrollar como consecuencia dolor en la planta del pie (zona fascia), talón e incluso en la musculatura que baja desde la pierna y pasa por el arco (al aplanarse se alarga el recorrido y hay mayor distensión muscular.

Si esto ocurre habrá que acudir al podólogo para que valore un tratamiento ortopédico y que explique la importancia de un calzado cómodo y que amortigüe bien el impacto contra el suelo.

El edema es una hinchazón de los pies que se manifiesta normalmente en las últimas etapas del embarazo, el edema no es más que sangre acumulada durante el embarazo, producto del crecimiento del útero, el cual ejerce presión sobre los vasos sanguíneos de la pelvis y las piernas, provocando que la velocidad de circulación disminuya y la sangre se detenga en las extremidades inferiores. Cuando los pies se hinchan a veces toman un color amoratado. Ese exceso de líquido provoca inflamación.

Para reducir el edema podemos aconsejar:

  • Beber mucho agua mantiene el cuerpo hidratado y evita retener tanto líquido.
  • Elevar los pies frecuentemente. Si su trabajo habitual se realiza sentado, utilice un banco de pies para elevarlos.
  • Usar medias o calcetines sin costuras y que no sean muy ajustados para facilitar la circulación.
  • Utilizar calzado apropiado evitando que sea estrecho y de tacón elevado o muy plano. Lo ideal es de 2 a 4 cm de tacón.
  • Caminar o hacer ejercicio moderado, para que las piernas ayuden a la circulación.
  • No consumir alimentos con mucha sal, pues ayudarán a retener líquidos.
  • Mantener una dieta equilibrada.

Nuria Sarroca © 2025 Notas legales.

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