Las infiltraciones consisten en la introducción de un medicamento mediante una jeringa en la zona dolorida a tratar.
Generalmente se trata de un esteroide mezclado con un anestésico, con fines antiinflamatorios.
El objetivo es reducir el dolor y acelerar el proceso de curación, evitando los efectos secundarios de los medicamentos suministrados por vía oral o intramuscular, pues en la infiltración se trata directamente la zona en la que se requiere su acción.
Se trata una técnica sencilla, con pocas complicaciones y que se realiza en consulta.
Normalmente se utiliza en diferentes procesos que cursan con inflamación como los neuromas, espolones calcáneos o fascitis plantar.
Tras la infiltración el principal riesgo puede ser la infección, por eso utilizaremos todas las medidas de antisepsia en el momento de realizar la infiltración (guantes estériles, agujas estériles y limpiar la zona con antiséptico antes de realizarla).
Tras esto valoraremos emplear un antibiótico profiláctico tras la infiltración o si aparece algún síntoma tras realizarla.
Tampoco se infiltrará en un tendón, únicamente en tejidos cercanos para evitar la rotura del mismo o que se debilite.
Tras la infiltración el podólogo le dará unas recomendaciones que debe seguir para el éxito del tratamiento.
En ocasiones es necesario aplicar más de una infiltración, aunque todo esto será según el criterio del profesional y la sintomatología y resultado obtenido con el tratamiento.